En algún momento de un pasado reciente estábamos juntos. Parecía que el tiempo se había parado y que nada más importaba en este mundo. Y sabiendo lo imposible de la situación las conversaciones daban vueltas al rededor de esa incapacidad patente.
- Sea como sea soy incapaz de hacerlo – dijo ella apartando la mirada hacia el suelo. - El problema es que no te quiero, no como debería, no como tu lo haces. Y por ese motivo, y no por otro, es imposible que de ese paso. - Susan daba por zanjado el tema, y con el la esperanza de un futuro en común...
- La puerta se cierra y no se volverá a abrir – repliqué yo – Y así permanecerá hasta el fin de los tiempos. Lo sabes, me conoces y es algo que siempre ha sido así. - esperando una reacción que nunca habría de llegar.
Por un tiempo, hasta Max parecía creerlo, seguro de si mismo, de sus convicciones. Pero esta vez había algo diferente... Susan no era una de tantas. Era la que ocupaba todos y cada uno de los huecos que había en su interior. La que llenaba esos vacíos que le consumían cada noche. Su amiga, su confidente, todo lo que cualquiera pueda desear.
Y pasó el tiempo, y con su discurrir la herida parecía que se cerraba. Llegaron otras “Susan”, sustitutas que fracasaban en cada uno de los intentos por reconstruir la zona cero en que se había convertido su mundo. Sin embargo siempre se mantenía el fantasma, una presencia en la distancia, al igual que el depredador acecha a su presa, que no le permite cerrar un capítulo, que se apoderá de su ser.
Y siguió pasando el tiempo, y la distancia se convirtió en abismo, el abismo trajo el olvido o eso llego a pensar Susan. No había apenas contacto y el que se producía era mediante hilos fragiles que impedían cualquier acercamiento...
- Hola amigo...
Así solian empezar todas las conversaciones y no duraban mucho. Pero este día la tensión se respiraba en el ambiente. Algo que Max había hecho habia despertado la insana curiosidad de Susan. Y tarde o temprano habría que abordarlo.- Hola bella...
La conversación discurría de forma intrascendente, fría, distante... Lo que venía siendo habitual en los últimos tiempos. Hasta que ella soltó la bomba...
- ¿Y eso a que viene? ¿Que has querido decir, o es tan sólo mi ego el que se empeña en ver cosas que no son?
- No es tu ego – reconocí consciente de que la interpretación que ella le daba era la que yo quería enviar en mi mensaje. - Es lo que es, lo que parece. Mi pasado, mi presente y mi futuro. - Apostando fuerte, un "All in", con unas malas cartas en la mano para jugar.
- ¿Pero no estaba todo cerrado? ¿No se cerraban tus puertas y tus ventanas y nada en el mundo podría abrirlo? ¿Que pretendes conseguir diciendo eso?- replico con cierto tono entre irónico y cortante.
- Sólo puedo decir que te quiero. Que eres la mujer de mi vida. Y ya se que esto no conduce a nada, sin embargo quería que lo supieras. - Y diciendo eso, me quite un peso de encima. Ya estaba dicho, un secreto a voces sólo para mi.
- Yo ya no soy la que era, ella esta muerta. - y con eso intentó desecar cualquier charco en el que se depositara un poco de esperanza - Vivo tranquila y es lo único que me importa.
El silencio fue la respuesta. No había ningún argumento capaz de desmontar ninguna de las dudas razonables que allí flotaban. Toda su gran teoría había sido destruida, todo en lo que él creía, todo lo que había pregonado durante tanto tiempo, sólo erá una burda mentira.
Poco más podía decir en su defensa, así que una vez más agacho la cabeza, dio media vuelta, consciente de que Susan había muerto... Ella insistía en que la había destruido por siempre y para siempre. Se había transformado en ella misma, aunque algo no estaba claro... Algo era diferente. Una rendija en su muralla; desde la que se veía el interior de la fortaleza donde se había encerrado, esperando estar protegida hasta el fin de los días. Susan no estaba muerta, sólo estaba escondida. El lo ignoraba, ella lo sabía, pero el muro que se había levantado entre los dos impediría que de alguna forma Max llegase a comprobarlo.